CARLOS ALBERTO VASQUEZ REY
Arcadia o el territorio del artista.
La
antigua Arcadia era un país imaginario donde reinaba la sencillez, la paz, la
concordia entre iguales y la comunión armónica con la naturaleza. De aquel
mito, de aquel sueño clásico, que nos conduce inevitablemente al mito del buen
salvaje de Rousseau, permanece la necesidad íntima de todo individuo de
conseguir un espacio propio, un lugar físico o espiritual donde echar raíces
profundas y desarrollarse como ser humano.
Si
esa necesidad deviene lógica en el más común de los mortales, cuando el mortal
es un artista encontrar esa ubicación, verdadera piedra filosofal de la
existencia, es tan imprescindible como el oxígeno que respira. Para el artista,
la búsqueda de ese territorio propio significa descubrir un estilo artístico
personal, una manera de hacer, de sentir, de intuir. Una manera de pensar en
definitiva que lo lleve a interpretar e interpretarse.
Carlos
Alberto Vasquez Rey nos invita con sus obras a conocer su particular Arcadia,
un territorio plástico y matérico en constante transformación, un cosmos de
sensaciones y emociones que bulle como un volcán a la búsqueda de la belleza
suprema.
De
las profundidades de la tierra, surgen los rojos pasionales que iluminan sus
lienzos. De la cúpula celeste, los azules limpios y profundos. De valles y montañas,
los ocres fértiles y los verdes esperanzados. Toda una paleta al servicio de lo
telúrico, de lo magmático. Toda una gama cromática que expresa con rotundidad
los momentos anímicos del autor.
Vasquez
Rey estructura sus composiciones como paisajes del alma. Cada pincelada deviene
una emoción intensa concentrada en un gesto. Cada cuadro, una instantánea que
nos conduce a la antigua Arcadia, ese lugar mítico presidido por la armonía.
Esa república de hombres libres, que nuestro pintor revive en cada cuadro, donde
existía la libertad y las personas eran decididamente benignas.
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